El sarampión es una enfermedad contagiosa de origen vírico. No es una enfermedad frecuente, pero sí ha habido en los últimos años un repunte de la enfermedad debido a diferentes causas, entre ellas, la falta de vacunación en la población infantil de un determinado sector de la sociedad, que hace que la enfermedad haya resurgido.
El sarampión es una
enfermedad infantil grave que, en algunos casos, puede incluso ser mortal, y que se puede prevenir con una vacuna incluida en el calendario infantil.
Cuando se adquiere la inmunidad, bien por la vacuna o por haber pasado la enfermedad, perdura toda la vida.
Causas del sarampión
El virus causante pertenece a la familia de los paramixovirus y se transmite por el contacto directo y por el aire.
El virus infecta el tracto respiratorio, se reproduce en la garganta y nariz del individuo o niño y, de ahí, al resto del organismo. Su índice de contagio al estar con una persona con sarampión es del 90%.
El contagio se produce a través de la tos, estornudo o las gotitas que se expulsan al hablar durante 4 días antes de aparecer los síntomas de exantema, hasta 4 días después de la aparición del mismo.
Síntomas del sarampión
Los síntomas del sarampión aparecen a los 10-14 días del contagio y duran de 4 a 7 días. El proceso de la enfermedad puede durar hasta 3 semanas.
Se distinguen las siguientes fases:
- Fase de incubación: dura de 10 a 14 días desde el contacto con el virus, pero no hay signos ni síntomas de la enfermedad.
- Fase inicial: dura 2 o 3 días y comienza con síntomas parecidos a un catarro; tos, estornudos, ojos enrojecidos, malestar general, pequeñas manchas blancas en el interior de las mejillas y fiebre elevada.
- Fase aguda: dura de 3 a 4 días y es cuando aparece el exantema cutáneo en forma de manchas rojas con una pequeña elevación. Comienza en la cabeza y detrás de las orejas para continuar por cuerpo, extremidades, manos y pies. La temperatura tiende a ser más elevada.
- Fase de recuperación: pasados unos días, el exantema va desapareciendo de forma gradual de la misma forma que empezó, es decir, comienza a desaparecer por la cabeza. La fiebre también va disminuyendo y se aprecia la recuperación del paciente.
Tratamientos para el sarampión
El sarampión es una enfermedad vírica, por lo que el tratamiento va dirigido a paliar los síntomas.
- Vacunación: la vacuna del sarampión debe ser administrada en los primeros años de vida para generar inmunidad, siguiendo el calendario de vacunación oficial. En los casos en los que la persona expuesta no está vacunada, podrá optar a ella dentro de las primeras 72 horas del contacto con el virus del sarampión, bien para crear inmunidad o para que los síntomas sean más leves y la enfermedad menos grave.
- Antibióticos: el uso de antibióticos queda restringido a tratar complicaciones derivadas de la enfermedad, como puede ser una neumonía.
- Administración de inmunoglobulinas séricas: solo recomendado en los casos de padecer inmunodepresión y haber estado expuesto al virus.
- Antipiréticos para bajar la fiebre, como paracetamol o ibuprofeno: no se debe dar nunca Aspirina por el riesgo de aparición del
Síndrome de Reye (daño cerebral agudo grave).
Diferencias entre sarampión y rubéola
Ambas enfermedades están producidas por virus y presentan cuadros clínicos similares.
La rubéola tiene mejor pronóstico una vez contraída. Las dos cuentan con vacunas incluidas dentro del calendario oficial de vacunación infantil.
Pueden diferenciarse en la sintomatología, siendo los síntomas de la rubéola:
- Dolor en las articulaciones
- Inflamación de ganglios
- Dolor de cabeza
- Hinchazón de ojos
- Fiebre no superior a 38 ºC
- Manchas rosadas en la piel que no dejan cicatriz
Sarampión en adultos
El sarampión en la edad adulta (más de 20 años) suele ser más grave que a edades tempranas, ya que suele tener complicaciones como neumonía, encefalitis y hepatitis, entre otras, y ser causa de fallecimiento. Aunque también se da, en menor grado, en niños.
Entre las complicaciones más comunes, encontramos la diarrea y las infecciones de oído, que pueden producir con frecuencia una pérdida de audición permanente.