La
dermatitis atópica o eczema es una afectación alérgica de la piel que se caracteriza por producir picor, enrojecimiento y sequedad de la superficie cutánea, empeorando con el rascado. Es una enfermedad inflamatoria de la piel benigna y no contagiosa.
Suele tener su aparición, generalmente, en la infancia, incluso a los 2 o 3 meses de vida, y puede ir mejorando con los años, aunque, también, puede aparecer a cualquier edad. Es una afectación crónica, es decir, que perdura en el tiempo con períodos de mayor exacerbación llamados brotes.
Esta afectación suele ir asociada a asma, rinitis alérgica y alergias alimentarias y, el factor genético, es importante ya que, en al menos un 50% de las personas afectadas, tiene a uno de los padres afectado.
Síntomas de la piel atópica
Los síntomas que aparecen en la dermatitis atópica suelen ser:
- Piel seca
- Picor, especialmente por la noche
- Manchas rojizas o marrón grisáceo en manos, pies, tobillos, cuello, pecho, cara, párpados, cabeza y zona de flexura
- Aparición de bultos pequeños con líquido en su interior que al rascarse se forma costra
- Piel agrietada, con escamas y abultada
- Piel en carne viva por el efecto del rascado
Según la edad, los síntomas pueden aparecer en:
- Bebés: tiene la piel más fina y, por lo tanto, más sensible a los factores ambientales. El eccema puede aparecer en forma de piel seca en barbilla, mejillas, frente o piernas y el picor les suele interrumpir el sueño.
- Niños mayores de 2 años: se caracteriza por sequedad, enrojecimiento y descamación de la piel en las zonas de pliegues de los codos y corvas; detrás de las orejas, muñecas, tobillos y manos.
- Adultos: los síntomas son similares a las anteriores y afecta principalmente a cuello, pecho y cabeza.
- Ancianos: al igual que los bebés, su piel se vuelve más sensible y fina, pero, al estar menos hidratada y con pérdida de lípidos, los síntomas no son tan intensos.
Prevención de la dermatitis atópica
La dermatitis atópica no tiene cura, pero, con un tratamiento adecuado y una buena higiene personal, se pueden prevenir los brotes y aliviar los síntomas. Recomendaciones para tratar de prevenir los brotes de la piel atópica:
- Hidratar la piel, tanto en tiempo seco como después de la ducha (antes de que se seque por completo), al menos 2 veces al día.
- Procurar que la ducha o baño dure menos de 10 minutos y que el agua no supere los 36º C de temperatura.
- Usar jabones y geles suaves.
- Secarse bien la piel después de la ducha o baño, intentando no rascar la piel, sino dando golpecitos con la toalla.
- Lavar la ropa con jabones neutros.
- Usar prendas de algodón o lino mejor que tejidos sintéticos.
- Utilizar productos para el cuidado de la piel sin perfumes.
- Evitar, en la medida de lo posible, el rascado de la piel.
- Mantener la casa bien ventilada.
- Aplicar vaselina en la piel de los bebés ayuda a evitar la aparición de dermatitis atópica.
- Intentar detectar y, por lo tanto, evitar los causantes del empeoramiento de la afección como, por ejemplo, el sudor, el estrés, la obesidad, el polvo y el polen.
- Evitar determinados alimentos, sobre todo, en bebés; como la leche, soja, huevos y trigo.
- No exponerse a productos químicos irritantes.
Tratamiento de la dermatitis atópica
Una vez es diagnosticada la enfermedad, es importante saber que no hay cura, pero sí que existen
tratamientos que mejoran los síntomas y evitan los brotes o disminuyen la frecuencia de los mismos e, incluso, pueden modificar el curso de la enfermedad.
El tratamiento habitual se basa en:
- Hidratación adecuada para intentar compensar la sequedad de la piel: para ello se aplican cremas que engrasan e hidratan de manera adecuada la piel, por lo que deben ser ricas en lípidos que hacen un efecto de barrera o sellado para impedir la alteración de la piel. No deben tener perfume y un pH ácido.
- Corticoides: como efecto antiinflamatorio sobre la lesión.
- Antihistamínicos: como efecto sedante, en especial, por la noche para facilitar el sueño y evitar el rascado.
- Antibiótico: solo en caso de infección del eczema.
- Probióticos: han demostrado ser muy eficaces en la disminución e intensidad de los brotes.
- Inmunomoduladores y corticoides: medicación más específica, como por vía intravenosa, para los casos más agudos y severos. Deben administrarse a nivel hospitalario.
- Constancia: no hay que bajar la guardia en los cuidados de la piel ni en los tratamientos para poder tener un buen control de la enfermedad