La apnea del sueño es un trastorno muy común en el que la respiración se interrumpe o se hace superficial. La interrupción de la respiración se produce momentos después de conciliar el sueño y es precedida de un ronquido fuerte durante unos pocos segundos o minutos. Puede ocurrir más de 30 veces por hora.
Esta falta de respiración provoca un descenso de los niveles de oxígeno en el organismo y dificulta que la persona tenga un sueño reparador, mostrando signos de cansancio a la mañana siguiente. La falta de oxígeno puede provocar hipertensión pulmonar, futuro fallo cardíaco derecho o miocarditis. Es muy importante detectarlo a tiempo.
¿Qué síntomas tiene la apnea del sueño?
Los síntomas de la apnea obstructiva del sueño pueden ser:
- Ronquidos fuertes
- Episodios en los que se deja de respirar
- Jadeos al respirar durante la noche
- Boca seca al despertarse
- Dolor de cabeza por la mañana
- Insomnio
- Hiperosmia o sueño excesivo durante el día
- Falta de atención cuando se está despierto
- Irritabilidad
- Pesadillas por la noche
- Necesidad de levantarse frecuentemente para ir a orinar
¿Cuáles son los factores de riesgo?
Los principales factores de riesgo para el desarrollo de la apnea del sueño pueden ser:
- Obesidad: el acúmulo de grasa alrededor del cuello y base de la lengua aumenta las probabilidades de colapso de la vía aérea superior durante el sueño. También el depósito de grasa entre las fibras musculares faríngeas reduce su capacidad de contracción.
- Sexo masculino: más común en los hombres por presentar mayor resistencia faríngea y laríngea que las mujeres.
- Edad: a mayor edad más resistencia faríngea.
- Alcohol: el alcohol aumenta la intensidad del ronquido. Además, es una sustancia depresora del sistema nervioso central haciendo que sea más costoso despertarse durante la noche. También aumenta la resistencia faríngea.
- Tabaco: tiene un efecto irritante sobre la mucosa faríngea.
- Enfermedades neurológicas y respiratorias.
- Enfermedades hormonales como el hipotiroidismo.
- Factores anatómicos como la obstrucción de las amígdalas o malformaciones craneofaciales.
Fármacos hipnóticos o depresores del sistema nervioso central como la codeína, morfina, ansiolíticos, neurolépticos o barbitúricos.
¿Qué tratamiento tiene?
Después de hacer un buen diagnóstico donde se puede valorar además de la respiración, la actividad cerebral, vascular, cardiaca, pulmonar y medida de la saturación de oxígeno durante la noche, se harán una serie de recomendaciones para cambiar el estilo de vida y que este sea más saludable cómo dejar de fumar, bajar peso corporal en caso de obesidad, reducir el consumo de alcohol, etc.
Cuando la causa es funcional, se hace tratamiento quirúrgico para extraer las amígdalas en caso de ser el problema. En la mayoría de los casos de apnea moderada o grave, se recomienda el uso de dispositivos CPAP que asegura el aire suficiente para que las vías respiratorias se mantengan abiertas y desaparezca el ronquido y la apnea.
¿Qué es un CPAP?
Un CPAP es un compresor de aire que produce una presión positiva y constante permitiendo mantener la vía aérea abierta. Se utiliza durante el sueño y es eficaz desde el primer día de uso. Consta de compresor, mascarilla y tubuladura. El compresor se une a la mascarilla por medio de un tubo flexible. La mascarilla debe estar bien ajustada a la cara tapando la nariz o, nariz y boca, dependiendo del tipo de mascarilla que mejor se ajuste a cada paciente.
Las mascarillas están hechas de un material plástico y flexible, con un pequeño orificio para la salida del aire exhalado. Para colocarla en la cabeza, ajustamos el arnés hecho de cinta elástica de manera que no haya fugas de aire y sea cómoda. La presión que ejerce el compresor permite que se empiece con un presión más baja y cómoda y pasados unos 10 minutos va aumentando hasta llegar a la presión fijada previamente, donde se mantendrá mientras esté funcionando.