Se trata de una enfermedad relacionada con el desarrollo del cerebro afectando a la manera en la que la persona socializa y se relaciona con los demás, causando un problema de interacción social y de comunicación. También comprende patrones de conducta repetitivas y restringidos. El trastorno de espectro autista abarca un amplio abanico de síntomas.
Comienza en los primeros años de infancia y a la larga provoca problemas para desenvolverse en sociedad, colegio, trabajo, etc. Pero, también pueden tener un desarrollo aparentemente normal durante el primer año y comenzar con síntomas de autismo entre los 18 y 24 meses.
Es un trastorno que no tiene cura, pero si se comienza pronto un tratamiento intensivo, puede facilitar la vida de muchos niños en la sociedad.
¿Qué tipos de autismos existen?
- Autismo: durante los 3 primeros años de vida se comienzan a identificar comportamientos diferentes al de los demás niños, siendo los padres los primeros en darse cuenta. Son poco sociables y no muestran interés por los juguetes o tienen escasa comunicación.
- Síndrome de Rett: casi exclusivo de las niñas, su comienzo es hacia los 2 años y tiene carácter regresivo. Sufren un proceso degenerativo y progresivo del sistema nervioso afectando a la comunicación, la cognición y psicomotricidad.
- Síndrome de Asperger: es más tardío en diagnosticar y la dificultad se encuentra en las habilidades sociales y de comportamiento, falta de empatía y poca coordinación psicomotriz. Son incapaces de entender la ironía y el doble sentido.
- Síndrome de Heller: suele evidenciarse entre los 2 y los 10 años y tiene un carácter regresivo y repentino con la misma afectación que el síndrome de Rett.
- Trastorno generalizado del desarrollo no especificado: cuando los síntomas clínicos son demasiado heterogéneos como para tipificarlos, pero presentan problemas cognitivos y de comunicación.
¿Cuáles son los síntomas de autismo leve?
Las personas con autismo leve suelen ser muy inteligentes y extremadamente sensibles a cambios inesperados.
El autismo leve puede presentar los siguientes síntomas:
- Problemas de comunicación: tienen dificultad para comunicarse con otras personas, por lo que es posible que no aprenda a hablar correctamente al hacer un uso indebido de las palabras o no usarlas correctamente.
- Dificultad de socialización: como la dificultad para hacer amigos, iniciar una conversación, mirar a los ojos de la otra persona, en definitiva, incapacidad para relacionarse con los demás.
- Alteraciones en el comportamiento: mostrando patrones repetitivos de movimiento y fijación de objetos (juega siempre con los mismos juguetes).
- Frialdad emocional.
- Ausencia de dolor.
- Aparentemente no tiene miedo a ninguna situación peligrosa.
- No responde cuando se le llama.
- Dificultad para expresar sentimientos.
- Momentos de rabia.
¿Cómo trabajar con un niño con autismo?
La primera dificultad con la que se encuentran los profesionales que trabajan con niños autistas es la gran heterogeneidad de los comportamientos, procesos neuropsicológicos y la gran diversidad de síntomas que manifiesta la población autista. Esto implica que cada uno requiere un proceso de enseñanza individual con programas personalizados.
Los niños con autismo son extremadamente organizados y no aceptan bien los cambios improvisados en su planificación y, por ello, es imprescindible que tengan una agenda de actividades perfectamente estructurada para que se mentalicen de lo que va a pasar en cada momento.
- Reforzar las competencias propias que posee el niño es muy importante y fundamental, así como cubrir sus necesidades y fomentar la autonomía e independencia personal.
- Evitar estímulos sonoros debido a su hipersensibilidad sensorial que les puede resultar muy molestos y, de ahí, que suelan taparse los oídos ante sonidos elevados.
- Entrenar con ellos funciones declarativas es muy recomendable, es decir, pedir u ofrecer algo, normas de cortesía como los saludos y todo aquello que les facilite las relaciones sociales que tienen tan mermadas. También enseñarle un vocabulario más amplio y rico con el que formar frases.
- Tener las tareas estructuradas y realizarlas en el mismo orden siempre para no sentirse descolocados si se altera el orden. Es preferible utilizar elementos visuales a los textuales, de ahí la utilización de pictogramas y puzles.
- Proporcionarle todo aquel material que necesite para la enseñanza, partiendo del interés y de las curiosidades que presente el niño autista, aunque luego se le vaya retirando poco a poco lo que no precise.
- Acostumbrar al niño al contacto visual con los demás a través de juegos de imitación.
- Facilitar el reconocimiento y la expresión de emociones a través de dibujos, videos o fotos con diferentes estados de ánimo.
- Entrenar la motilidad fina pintando o la motilidad gruesa jugando a la pelota.
- Trabajar la lateralidad tocando partes del cuerpo contrarias (tocar la rodilla derecha con la mano izquierda).
- Manejar la ansiedad y las situaciones que generen angustia a través de ejercicios de relajación y respiración.